Que durante muchos años las tierras de Lorca marcaban la frontera entre el mundo cristiano y el mundo musulmán. En los tiempos de guerra entre la cruz y la media luna sucedían tiempos de concordia.
En uno de esos remansos de paz los ojos negros de una bella princesa cristiana cautivarón a un apuesto caballero musulmán. La pasión brotó en sus corazones. Y aquel amor pasó a las sombras de la clandestinidad.
Los enamorados se citaban al atardecer en las afueras del castillo.
Una noche los amantes fueron sorprendidos por la guardia del castillo, que salió en persecución del caballero musulmán.
Éste huyó raudo en su corcel, aprovechando las sombras de la noche, hasta que fue alcanzado a la altura del Cejo y se despeñó.
Al llegar la joven princesa se lanzó al vacío sobre el cuerpo de su enamorado. En el lugar donde cayeron los cuerpos de los amantes hoy brota la fuente del Cejo, señalando la perpetuidad de aquella pasión. Quien bebe de sus aguas es encantado por el hechizo del amor.